ANÁLISIS | Seis años más de Putin preocuparán a muchos países, pero no a China

(CNN) — Para los líderes de todo Occidente, la inevitable victoria aplastante de Vladimir Putin en una elección sin una verdadera oposición fue un recordatorio de su estricto control sobre la arena política de Rusia mientras continúa su guerra contra Ucrania.

Pero el líder de China Xi Jinping, y otros líderes que se benefician de la objeción de Putin a un orden global liderado por Occidente, celebrarán su victoria.

Los resultados parciales informados por la autoridad electoral de Rusia hasta el domingo por la noche indican una victoria predeciblemente amplia para el líder del Kremlin en las elecciones de tres días, organizadas por etapas, cuyo resultado era una conclusión inevitable.

Xi apostó mucho por su relación con Putin desde el inicio de la guerra del Kremlin hace más de dos años, negándose a dar marcha atrás en la asociación «sin límites» que declaró con el líder ruso semanas antes de la invasión, al tiempo que fortaleció el comercio, la seguridad, y vínculos diplomáticos.

China, sin embargo, paga un precio por esto. Si bien afirma ser neutral, su negativa a condenar la invasión al tiempo que Estados Unidos y sus aliados se unían para sancionar a Rusia despertó sospechas en Europa sobre sus motivaciones. También llamó la atención sobre los designios de Beijing sobre la democracia autónoma de Taiwán. Un informe anual de la OTAN publicado el jueves reflejó la línea de endurecimiento del bloque hacia China, y su jefe, Jens Stoltenberg, dijo que Beijing “no comparte nuestros valores” y “desafía nuestros intereses”, al tiempo que señala su creciente alineación con Moscú.

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El líder de China Xi Jinping y el presidente de Rusia Vladimir Putin asisten a un evento en el Gran Salón del Pueblo de Beijing en octubre de 2023. Pedro Pardo/AFP/Getty Images

Pero la postura de China permitió a Xi mantenerse centrado en objetivos más profundos: ve a Putin como un socio crucial frente a las crecientes tensiones con Estados Unidos y en la remodelación de un mundo que, en su opinión, está injustamente dominado por reglas y valores establecidos por Washington y sus aliados. Una relación estable con Moscú también permite a Beijing centrarse en otras áreas de preocupación como Taiwán y el mar de China Meridional.

«Xi ve a Putin como un verdadero socio estratégico», dijo Steve Tsang, director del Instituto SOAS China de la Universidad de Londres, antes de los resultados de las elecciones rusas, añadiendo que cualquier cosa que no sea una victoria aplastante para Putin sería «una decepción» para Pekín.

Y Xi, que ha centralizado el control sobre su propia nación como ningún otro líder chino desde Mao Zedong, no estará solo entre los líderes que aplaudirán el renovado control de Putin sobre el poder.

Kim Jong Un, de Corea del Norte, se reunió recientemente con Putin en el lejano oriente de Rusia durante un atípico viaje al extranjero que, según Washington, se centró en la compra de municiones por parte de Moscú a Pyongyang.

Para Kim, ese vínculo cada vez más estrecho es una gran oportunidad para fortalecer su economía en dificultades mientras continúa desarrollando armas frente a una mayor coordinación entre Estados Unidos y Corea del Sur.

Un Gobierno de Irán golpeado por las sanciones, que amplió su cooperación con Rusia y proporcionó drones y municiones, también se beneficia de la continuación de la era Putin.

Incluso India, si bien estrecha sus vínculos con Estados Unidos y pide la paz en Ucrania, se ha beneficiado de los continuos intercambios con Rusia, especialmente a través de su compra de petróleo a precios reducidos.

Otros gobiernos en todo el sur global también han buscado reforzar las asociaciones con Rusia, incluso cuando respaldan la paz en Ucrania y han sufrido los impactos económicos de la guerra.

Orden mundial alternativo

Si bien las elecciones rusas no fueron una competencia, la capacidad de Putin para mantener su férreo control del poder y llegar hasta este punto sin una derrota en Ucrania no ha sido una apuesta segura.

El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, le da la mano al ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, durante una visita a Vladivostok, Rusia, en septiembre pasado. KCNA/Reuters

El líder ruso lidió con el aparente error de cálculo de que lo que su Gobierno todavía llama una “operación militar especial” en Ucrania sería un éxito rápido. Se enfrentó al desafío del difunto señor de la guerra Yevgeny Prigozhin, quien lanzó una breve pero fallida rebelión, y a sanciones occidentales que separaron la economía rusa de gran parte del mercado global.

En respuesta, intensificó la represión y reprimió aún más la disidencia en todo el país, incluida la del crítico interno más carismático y destacado del Kremlin, Alexey Navalny, que murió en una prisión del Ártico el mes pasado.

Ahora, cuando emerge preparado para continuar al menos otros seis años, Putin preside una economía que sobrevive a las sanciones y a un campo de batalla donde su oponente aún no ha visto un avance decisivo. Mientras tanto, hay señales incipientes de fatiga, en particular en Estados Unidos, donde una elección presidencial en noviembre podría alterar el apoyo estadounidense a Ucrania.

Aún podrían cambiar muchas cosas en la guerra. Pero para los países que permanecieron cercanos a Putin o evitaron los esfuerzos liderados por Estados Unidos para aislarlo, su victoria garantiza la estabilidad de sus vínculos con Rusia –y de un creciente grupo de instrumentos para el alineamiento no occidental.

Rusia será la anfitriona de una cumbre anual del grupo BRICS de las principales economías en desarrollo como su presidencia este año. El grupo, formado desde 2011 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, casi duplicó su tamaño a principios de este año para incluir también a Irán, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Etiopía y Egipto.

Los BRICS son vistos como la respuesta de los países en desarrollo al G7, y su cumbre programada para octubre en Kazán, Rusia, probablemente subrayará la marcada diferencia entre las sensibilidades de los dos grupos. En 2014, los países del G7 expulsaron a Rusia de lo que entonces era un G8 después de su invasión de Crimea en 2014, y abandonaron su cumbre planeada ese año en Sochi.

Hay una serie de razones por las que Putin es visto de manera diferente en algunas partes del mundo que en Occidente: el ascenso de potencias medias que resienten el dominio estadounidense de los asuntos internacionales; el ansia de un orden mundial que no menosprecie a los autoritarios ni a los Estados represivos; o pura practicidad económica para las economías que luchan por desarrollarse.

El apoyo de Estados Unidos a Israel, especialmente en medio de la actual devastación en Gaza, ha sido un punto clave de alienación para muchas de estas naciones y las críticas prominentes de China a cómo se trata a los palestinos han resonado en gran parte del sur global.

Putin, por su parte, describió a los BRICS como parte de un movimiento creciente que eclipsa el orden establecido, incluso en términos de peso económico.

«No hay forma de escapar de esta realidad objetiva, y así seguirá siendo sin importar lo que suceda después, incluso en Ucrania», dijo durante su discurso sobre el estado de la unión a finales del mes pasado.

Luego subrayó una opinión que probablemente querrá que tanto amigos como enemigos consideren al iniciar su nuevo mandato: “Ningún orden internacional duradero es posible sin una Rusia fuerte y soberana”.

Soldados ucranianos se preparan para el combate contra las fuerzas rusas a principios de este mes. José Colón/Agencia Anadolu/Getty Images

Beijing se mantiene atento

Pero eso no significa que los países vinculados a Moscú no estén también observando atentamente el conflicto en Ucrania. Esto puede ser especialmente cierto en el caso de China, el socio estratégico más poderoso de Rusia.

Beijing ya obtuvo importantes beneficios de la guerra y seguirá haciéndolo, siempre y cuando no tienda a una derrota rusa.

Los compradores chinos se apoderaron de niveles récord de petróleo crudo de Moscú en 2023, mientras que las exportaciones de artículos como automóviles y aparatos electrónicos domésticos a Rusia se ampliaron desde la invasión, impulsando el comercio a un nivel récord y las transacciones denominadas en yuanes chinos.

Xi utilizó la guerra en Ucrania como plataforma para presentar su propio, aunque vago, sistema alternativo para la seguridad global, mientras que un enfoque diluido del Gobierno de Estados Unidos es una buena noticia para China.

Beijing, sin embargo, dice que trabaja “incansablemente” para poner fin al conflicto mientras busca forjarse una imagen de pacificador. Mandó al enviado especial para Eurasia, Li Hui, a dos giras a Rusia, Ucrania y otras partes de Europa para promover un fin negociado del conflicto, la segunda de las cuales concluyó la semana pasada.

Pensadores de política exterior china como Wang Yiwei de la Universidad Renmin aseguran que Beijing está preocupado por la escalada nuclear –una amenaza recientemente planteada nuevamente por Putin– y la posibilidad de que más países europeos se involucren directamente en la guerra. «Cómo evitar una escalada del conflicto… esa es la preocupación especial de Li Hui esta vez», dijo a CNN.

Sin embarg, en gran parte de Europa se considera que Li, un exembajador en Rusia, y otros funcionarios chinos simplemente presentan un plan cuyo resultado beneficiaría a Putin. Esto está en línea con las opiniones europeas sobre la postura de Beijing desde los primeros días de la guerra, cuando insistió en que se deben resolver las “preocupaciones legítimas de seguridad” de todas las partes.

Por ahora, a medida que crece la presión de todo el mundo para poner fin al conflicto, los resultados previstos de las elecciones de este fin de semana probablemente sólo reforzarán la opinión en Beijing –y en algunas otras capitales no occidentales– de que hicieron bien en respaldar a Putin.

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