Este desierto en Chile es el lugar más árido de la Tierra y muestra por qué encontrar señales de vida en Marte puede ser más difícil de lo que creíamos

(CNN) —  Encontrar posibles indicios de vida en Marte podría ser más difícil de lo esperado, según una nueva investigación.

Misiones como los rovers Perseverance y Curiosity están equipadas con un conjunto de instrumentos científicos que pueden analizar muestras de rocas y polvo y recoger datos sobre el planeta rojo. Sin embargo, es posible que estos instrumentos, así como los diseñados para futuras misiones, no sean lo bastante sensibles para detectar bioseñales, es decir, señales de vida existente o antigua.

Para poner a prueba las capacidades de estas herramientas científicas, los investigadores se desplazaron al desierto chileno de Atacama, el lugar más árido de la Tierra y el desierto más antiguo del mundo. Este árido desierto se considera desde hace tiempo un análogo de Marte para los científicos, y más aún cuando los investigadores se toparon con el delta fósil jurásico de Piedra Roja. El lecho del río, de 100 millones de años de antigüedad, se asemeja al cráter Jezero y a su antiguo delta fluvial en Marte.

El rover Perseverance explora actualmente el cráter y el delta, donde hace más de 3.000 millones de años había un lago y un río, para buscar señales de vida antigua y recoger muestras. El suelo y las rocas recogidos por Perseverance serán devueltos a la Tierra en la década de 2030 por la campaña de retorno de muestras de Marte de la NASA y la Agencia Espacial Europea.

Un equipo de investigadores exploró el yacimiento de Piedra Roja, en el norte de Chile, para ver cómo se comparaba con el cráter Jezero y descubrió que era geológicamente similar, compuesto de arenisca y arcilla, así como de hematita, el mismo óxido de hierro que da a Marte su distintivo tono rojo.

Condiciones similares a las de Marte en la Tierra

Los investigadores recogieron muestras del lecho del río y las analizaron con equipos de laboratorio muy sensibles. Cuando se les llevó al límite de sus capacidades de detección, los análisis del equipo de laboratorio revelaron una mezcla de biofirmas procedentes tanto de microorganismos extintos como de microorganismos vivos. Aunque increíblemente seca, la Piedra Roja está cerca del océano, donde la niebla proporciona agua para la vida microbiana.

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Muchas de las secuencias de ADN de los microbios procedían de un «microbioma oscuro» inidentificable, apodo con el que se conoce al material genético de microorganismos hasta ahora desconocidos. Los investigadores acuñaron el término porque es similar a la materia oscura, una forma hipotética de materia en el universo que permanece sin identificar.

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El lecho de la Piedra Roja tiene 100 millones de años y es geológicamente similar al cráter Jezero de Marte. Crédito: Armando Azua-Bustos

Los investigadores dieron un paso más y probaron cuatro instrumentos científicos diseñados para explorar el planeta rojo en muestras que recogieron del antiguo lecho del río. A pesar de ser muy sofisticados, los instrumentos apenas fueron capaces de detectar ninguna firma molecular, lo que demuestra que las herramientas pueden no ser lo suficientemente sensibles como para detectar con precisión las bioseñales.

El estudio se publicó este martes en la revista académica Nature Communications.

Detectar vida requerirá de herramientas avanzadas

Las misiones a Marte llevan buscando señales de vida en el planeta rojo desde que los primeros módulos de aterrizaje Viking llegaron al planeta en la década de 1970. Los instrumentos más avanzados de las misiones posteriores de la NASA han detectado moléculas orgánicas simples, pero éstas pueden haberse creado mediante reacciones químicas no relacionadas con la vida.

Si existió vida en Marte hace miles de millones de años, se espera que solo queden bajos niveles de materia orgánica, lo que significa que identificar signos pasados de vida en Marte será increíblemente difícil con la tecnología actual, según el estudio.

«La posibilidad de obtener falsos negativos en la búsqueda de vida en Marte pone de manifiesto la necesidad de herramientas más potentes», afirma el autor principal del estudio, el Dr. Armando Azúa-Bustos, científico investigador del Centro de Astrobiología de Madrid.

Los resultados del estudio respaldan los objetivos del programa de Retorno de Muestras a Marte, un esfuerzo multimisión que enviará rocas y suelos marcianos a la Tierra, donde los científicos podrán analizarlos utilizando equipos de laboratorio de última generación para buscar signos inequívocos de vida.

«Nuestros resultados subrayan la importancia de devolver muestras a la Tierra para determinar de forma concluyente si alguna vez hubo vida en Marte», escriben los investigadores en el estudio.

Habrá que tener cuidado al evaluar las primeras muestras marcianas devueltas a la Tierra, escribió Carol Stoker, científica planetaria del Centro de Investigación Ames de la NASA en Mountain View, California, en un artículo de opinión que acompaña al estudio. Stoker no participó en la investigación.

«Cualquier actividad biológica en estas muestras presuntamente tuvo lugar hace miles de millones de años, y solo unas pocas muestras pequeñas pueden ser traídas a la Tierra para su estudio», escribió Stoker. «Queda por ver si se pueden encontrar firmas inequívocas de vida en esas muestras limitadas. ¡Debemos ser cautos a la hora de interpretar la ausencia de pruebas sólidas de vida como una prueba de su inexistencia!».

Uno de los instrumentos probados viajará a Marte a bordo del primer rover europeo, Rosalind Franklin, cuyo lanzamiento al planeta rojo está previsto para 2028.

«(Llevará) un taladro con la capacidad sin precedentes de alcanzar una profundidad de 2 metros para analizar sedimentos mejor protegidos contra las duras condiciones de la superficie marciana», afirma en un comunicado Alberto G. Fairén, coautor del estudio, científico investigador del Centro de Astrobiología de Madrid y científico visitante en el departamento de Astronomía de la Universidad de Cornell.

«Si las bioseñales se conservan mejor en profundidad, como esperamos, habrá más abundancia y diversidad, y una mejor conservación de las bioseñales, en esas muestras profundas. Nuestros instrumentos en el rover tendrán, por tanto, más posibilidades de detectarlas».

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