(CNN) — Un grupo de soldados ucranianos avanza rápidamente por un campo de entrenamiento de primera línea, superando obstáculos y disparando a objetivos lejanos. Están afinando sus habilidades de batalla aquí, mientras la contraofensiva de Ucrania contra las fuerzas rusas se desarrolla a pocos kilómetros al sur.
Destaca un combatiente, Danilo, al que solo se identifica por su nombre de pila por motivos de seguridad. Es rápido y preciso, pero sus movimientos son diferentes.
Una mirada más revela la razón de su ligera cojera: tiene una prótesis en el lugar donde solía estar la parte inferior de su pierna derecha.
«Todavía estoy recuperando el estado que tenía antes», dice Danilo a CNN con una sonrisa de satisfacción. «Todavía queda mucho trabajo por delante (…) Y aún más para llegar al estado perfecto».
Danilo perdió la parte inferior de su pierna derecha a principios de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia el año pasado. Él y su unidad estaban en una misión cuando se vieron bajo fuego y pisó una mina terrestre.
publicidad
Su mutilación, y las lesiones similares sufridas por muchos otros, tanto soldados como civiles, son solo una de las muchas consecuencias de la brutal guerra de Rusia contra Ucrania.
Según el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, las fuerzas de Moscú han sembrado de minas terrestres una superficie estimada en 170.000 kilómetros cuadrados de la campiña ucraniana —un área del tamaño de Florida—, gran parte de ellas a lo largo del frente sur, en un intento de detener la contraofensiva de Kyiv. En un informe publicado en abril, el think tank internacional GLOBSEC concluyó que Ucrania es el país más minado del mundo.
A medida que las tropas ucranianas avanzan, estos explosivos ocultos son uno de los mayores peligros que deben sortear, con consecuencias potencialmente drásticas.
«Cuando tuvimos contacto (con las fuerzas rusas), tuve que alejarme del sendero», dijo Danilo. «Exploté en la mina (…). Seguimos disparando, mis chicos terminaron el trabajo y me evacuaron».
El video que compartió con CNN le muestra minutos después del incidente en la parte trasera de una furgoneta siendo atendido por dos de sus compañeros, plenamente consciente, pero con la pierna destrozada por debajo de la rodilla.
«No tenía pierna. Y la otra pierna estaba rota», dijo, recordando aquellos momentos cargados de adrenalina. «Temía que me cortaran también la segunda pierna. Fue un milagro que no lo hicieran».
Siguieron ocho agotadores meses de rehabilitación.
«Fue una recuperación muy, muy larga. Perdí mucha sangre, fue una amputación grave, una fractura ósea grave», recuerda.
La primera parte de su recuperación tuvo lugar en Ucrania, pero dos meses después, Danilo y su esposa se trasladaron a México, donde con la ayuda de la diáspora ucraniana pudo conseguir que le colocaran una prótesis, además de apoyo psicológico.
«Fue duro, ya que mi otra pierna también estaba lesionada. No pude pararme sobre ella durante ocho meses», explica. «Hubo algunas dificultades al principio, pero médicos competentes hicieron que me pudiera parar de nuevo».
Lesiones «peores ahora»
Vlad, también identificado solo por su nombre de pila, es un médico de combate ucraniano cuya unidad está siempre en estado de alerta. Cuando recibe una llamada, su grupo se dirige directamente al frente para llevarse a los heridos.
«Incluso un soldado o un civil que pierde un miembro es mucho. Hay que ponerse en el lugar de esa persona. Uno es demasiado», declaró a CNN.
Vlad afirma que su trabajo no es menos peligroso por su condición de médico.
«Hay muchos bombardeos dirigidos contra nosotros», dijo. «A pesar de que llevamos cruces rojas en nuestros vehículos, los rusos ignoran la Convención de Ginebra. Tiene sentido: si matan a los médicos, muchos soldados no recibirán primeros auxilios».
El Ministerio de Defensa ruso no ha respondido a la petición de CNN de comentar esta afirmación.
Los riesgos no desaniman a Vlad. El tiempo, dice, es esencial en el tratamiento de heridas como la de Danilo si se quiere que el paciente se recupere bien.
«Depende de la rapidez con que se preste la ayuda médica, y nosotros la prestamos rápido», dice Vlad.
«La mayoría de las zonas están minadas. Y para avanzar más utilizamos vehículos de ingeniería y zapadores. La mayoría de los heridos por minas en los últimos meses son zapadores», añadió.
«Las heridas son peores ahora que hace seis meses. Ahora tenemos mucho más trabajo».
Kyiv no ha reconocido públicamente que esté sufriendo más bajas en los últimos meses.
«Victoria o muerte»
Tras su recuperación en México, Danilo ha vuelto a la batalla, apoyando a las fuerzas ucranianas en su avance hacia el sur. Se unió a la contraofensiva ucraniana poco después de llegar al país a finales de julio.
«Volví al servicio dos días después de regresar a Zaporizhzhia. Durante un mes fui instructor. Luego pedí el traslado al frente», dijo.
«Ahora soy sargento principal en una unidad de apoyo de fuego. Estoy a cargo de escuadrones de morteros, lanzagranadas y antitanques», explicó. «El comandante del pelotón y yo elegimos las posiciones adecuadas y los objetivos, y planificamos las operaciones».
Jura que sus heridas no le frenan. «Si no fuera eficiente, no estaría aquí, me mandarían a un cuartel general a hacer papeleo», dice.
Aunque está deseando volver al frente, Danilo dice que odia la guerra y el combate. «No me gusta ver a mis hermanos heridos o muertos», añade.
Pero a pesar de eso, y del trauma que ha sufrido, dice que de ninguna manera podría haberse quedado en casa mirando.
«En un país bajo ataque, todo hombre tiene que levantarse del sofá y defender su hogar», dice. «Tengo que hacerlo y se me da bien. Necesitamos gente con mi experiencia.
«No tenemos elección (…). La contraofensiva no puede fracasar», continúa Danilo. «Estamos defendiendo nuestra casa. Para nosotros es victoria o muerte»